Filosofar no es sino otra forma de tener miedo y no conduce sino a simulacros cobardes.

Louis-Ferdinand Céline, Viaje al fin de la noche




Yo o la terrible consecuencia del problema de la cosa-en-sí

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Está solo. Para seguir camino
se muestra despegado de las cosas.
No lleva provisiones.

Cuando pasan los días
y al final de la tarde piensa en lo sucedido,
tan sólo le conmueve
ese acierto imprevisto
del que pudo vivir la propia vida
en el seguro azar de su conciencia,
así, naturalmente, sin deudas ni banderas.

Una vez dijo amor.
Se poblaron sus labios de ceniza.

Dijo también mañana
con los ojos negados al presente
y sólo tuvo sombras que apretar en la mano,
fantasmas como saldo,
un camino de nubes.

Soledad, libertad,
dos palabras que suelen apoyarse
en los hombros heridos del viajero.

De todo se hace cargo, de nada se convence.
Sus huellas tienen hoy la quemadura
de los sueños vacíos.

No quiere renunciar. Para seguir camino
acepta que la vida se refugie
en una habitación que no es la suya.
La luz se queda siempre detrás de una ventana.
Al otro lado de la puerta
suele escuchar los pasos de la noche.

Sabe que le resulta necesario
aprender a vivir en otra edad,
en otro amor,
en otro tiempo.

Tiempo de habitaciones separadas.

L.G. Montero, Tiempo de habitaciones separadas



La plenitud, por tanto, jamás tiene lugar en lo real, pero el camino del anhelo y de la libertad es infinito y nunca podrá ser hollado, es estrecho y tortuoso como el del sonámbulo.

Hermann Broch, Esch o la anarquía

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