Filosofar no es sino otra forma de tener miedo y no conduce sino a simulacros cobardes.

Louis-Ferdinand Céline, Viaje al fin de la noche




Las Claves del Misterio (I)

|

Tamaño de fuente "El maestro de escuela" por R. Magritte


Helicón: Buenos días, Cayo.
Caligula: Buenos días, Helicón.
Helicón: Pareces cansado.
Caligula: He caminado mucho.
Helicón: Sí, tu ausencia se ha prolongado mucho.
Caligula: Era difícil de encontrar.
Helicón: ¿El qué?
Caligula: Lo que yo quería.
Helicón: ¿Y qué es lo que querías?
Caligula: La luna.
Helicón: ¿Qué?
Caligula: Sí, quería la luna.
Helicón: ¡Ah!... Y, ¿ya esta todo resuelto?
Caligula: No, no he podido conseguirla.
Helicón: ¡Que lastima!
Caligula: Sí, por eso estoy tan cansado... Helicón...
Helicón: ¿Sí, Cayo?
Caligula: Piensas que estoy loco.
Helicón: De sobra sabes que yo no pienso nunca. Soy demasiado inteligente para pensar.
Caligula: Sí. Pero yo no estoy loco, y aun más: nunca he sido tan razonable como ahora. Simplemente sentí en mí, de pronto, la necesidad de lo imposible. Las cosas, tal como son, no me parecen satisfactorias.
Helicón: Es una opinión bastante extendida.
Caligula: Es cierto. Pero antes no lo sabía. Ahora lo sé. El mundo, tal como esta hecho, no es soportable. Por eso necesito la luna, o la felicidad, o la inmortalidad, en definitiva, algo que quizás sea insensato, pero que no sea de este mundo.
Helicón: Es un razonamiento que se tiene en pie. Pero, en general, no es posible sostenerlo hasta el fondo.
Caligula: Tú, Helicón, de eso no sabes nada. Nunca se consigue nada precisamente porque nunca se va hasta el final. Pero quizás baste con permanecer siendo lógicos hasta el fondo. Y sé lo que estas pensando: cuantas complicaciones por la muerte de una mujer de la que estaba enamorado. Pero no, no es eso. Creo recordar, es cierto, que hace unos días murió una mujer a quien yo amaba. Pero, ¿qué es el amor? Poca cosa. Esa muerte no significa nada, te lo juro; solo es una señal de la verdad que me hace necesaria la luna. Es una verdad muy simple y muy clara, un poco estúpida para ti, pero difícil de descubrir y pesada de llevar.
Helicón: Y, ¿cuál es esa verdad, mi emperador?
Caligula: ¡Que los hombres mueren y no son felices!
Helicón: Vamos, Cayo, es una verdad a la que podemos acomodarnos muy fácilmente. Mira a tu alrededor. Eso no impide a los hombres comer y bailar.
Caligula: Entonces es que todo lo que me rodea es mentira, estos hombres viven todos en la mentira, y yo quiero que se viva en la verdad; por que sé lo que les falta, Helicón. Están privados del conocimiento y carecen de un maestro que sepa lo que dice.
Helicón: No te ofendas, Cayo, por lo que voy a decirte. Pero, ante todo, deberías reposar; estas cansado.
Caligula: No es posible Helicón, ya nunca será posible.
Helicón: Y, ¿por qué no?
Caligula: Si duermo, ¿quién me dará la luna?
Helicón: Eso es verdad.
Caligula: Escucha, Helicón, oigo pasos y rumor de voces (son los que conspiran contra él). Guarda silencio y olvida que me has visto.
Helicón: Comprendo.
Caligula: Y te lo ruego; en adelante, ayúdame.
Helicón: No tengo razones para no hacerlo, Cayo. Pero yo sé muchas cosas y hay pocas que me interesen. ¿En que, pues, puedo ayudarte?
Caligula: En lo imposible.
Helicón: Haré lo que pueda.

Caligula. Acto I, escena IV
de A. Camus

1 comentarios:

Volviendo a los orígenes dijo...

Todo aquel que se dedica a "malgastar" su tiempo en esa actividad tan "bella" como "inútil" que es el pensar, ha sentido alguna vez lo difícil que es convivir con ciertas verdades. ¿Podemos olvidar "la verdad" y vivir "felizmente"? Lo triste y lo jodido es que es posible. Entonces, ¿por qué algunos nos seguimos empeñando en estas verdades inhabitables? Supongo que en el fondo CREEMOS que el conocimiento también libera.